Facundo Cabral fue marcado por el dolor toda su vida. Presintió su muerte como todo ser, que elevado espiritualmente intuye el final de un cuerpo físico gastado por los años, y la considero, la muerte, como una mudanza cálida, una metamorfosis necesaria. Careció de un padre verdadero y teniendo nueve años tuvo la osadía de pedirle trabajo personalmente, al presidente Perón de Argentina. Vivió en la extrema pobreza, marginado, alcohólico, preso, ciego por un tiempo, con células cancerígenas en su cuerpo, inconforme, crítico acérrimo y en constante rebeldía. Sensible, amaba intensamente la guitarra, y sobre todo cantar y componer. Observador consciente, con un alto sentido del humor y artista esencialmente de protesta, tuvo que abandonar su país para radicarse en México y recorrió más de 159 países. La partida a destiempo de su compañera y de su hija abrió una gran herida que sano lentamente con el tiempo. Contaba historias habladas, agradecía cada minuto de su existencia, aprendió a valorar a su madre, en su justa medida y se influencio de grandes maestros, a lo que argumentaba “no hay nada más bello que lo simple”, "Siempre le pregunto a Dios, ¿por qué a mí tanto me diste?. Declarado Mensajero mundial de la Paz, vivió como un nómada, es decir que no tenía un territorio fijo como residencia permanente, sino que se desplazaba con frecuencia de un lugar a otro. Escribió 22 libros sin títulos y sin autor, como él decía y su partida es parte del final de una vida inmensa e intensa que ahora mismo vuela por otros espacios más civilizados.
Autora : Gina Rodriguez
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