Meritoria educadora dominicana que ha recibido el homenaje permanente de la posteridad
Tres calles de Santo Domingo llevan el nombre de Ercilia Pepín: en Cuesta Brava, en Los Minas Sur y en Los Trinitarios. "No lo entiendo", expresa Valentina Peguero, y comenta: "Creo que debería ser una y darle dos a otras mujeres que hayan hecho trabajos de importancia a favor de la sociedad dominicana. No creo que esté mal que se le hayan dado tres, pero debería ser una, para hacer justicia. Pienso que si se le preguntara a ella, ella diría lo mismo".
Es uno de los pocos personajes meritorios de la historia dominicana con los cuales no ha sido ingrata la posteridad. Más de una calle la recuerda en todos los pueblos de la República. Tres vías de Santo Domingo, así como infinidad de escuelas, llevan su nombre. Las biografías sobre su vida de maestra, patriota, bienhechora, revolucionaria, feminista, abundan tanto como bustos con su inconfundible rostro dulce y manso contrastante con la reciedumbre con que enfrentó a los yanquis y desató la furia del dictador Trujillo.
Durante años, la faceta más destacada de Ercilia Pepín fue la de la educadora consagrada. Ha sido después de eliminada la tiranía cuando con mayor énfasis sobresale el carácter nacionalista de esta mujer excepcional que mostró ante el mundo tan patéticas pruebas de valentía.
Es la figura femenina nativa admirada por la historiadora Valentina Peguero, quien ahora trabaja en la preparación del libro "Mujeres pioneras dominicanas". "El nombre de Ercilia Pepín es para mí relevante porque fue la primera mujer que organizó la resistencia contra la intervención norteamericana de 1916, fue una maestra formada y esa capacidad magisterial la usó no solamente dentro del aula sino también fuera. Una de sus labores fue la de enseñar a otras mujeres a unificar ideas de lucha antiintervencionista", declara.
Resalta, en otro orden, que "ella creó la Fundación de la Acción Feminista en Santiago e hizo una labor tremenda, porque Ercilia Pepín fue una mujer de una posición vertical, firme, y esas mujeres se lanzaron a luchar, hay que colocarlas en el contexto de ese siglo, ese comienzo en que se atrevieron a desafiar las bayonetas con las palabras".
Se refiere al libro "Feminismo", escrito por la insigne dama, "en el que ella habla de la historia de la lucha, de lo que es y debe ser la mujer, hacia donde se debe encaminar. Ercilia, agrega, tuvo una mentalidad que iba más allá de lo nacional, y en la lucha de Sandino, en Nicaragua, se une, reconoce esa lucha y prepara una bandera bordada y se la envía a Sandino significándole la unión del pueblo dominicano con el de Nicaragua contra la intromisión imperialista. Tenía lo que hoy llaman una visión global, que iba mucho más allá de los linderos nacionales, y eso hay que reconocerlo".
Por otro lado, señala, "Ercilia tenía la capacidad de hablar, y de hablar bien, de convencer. Tomó una decisión que pocos toman: la de rechazar, en ese tiempo, una invitación de Estados Unidos para asistir a un congreso de mujeres. "¿Cómo voy a ir a hablar de mi país al país que tiene opreso a mi propio país?", dice que alegó en su rechazo.
La autora de "Visión Histórica de la República Dominicana", escrito con el también historiador Danilo de los Santos, confiesa que Ercilia Pepín es la dominicana del siglo pasado que más admira "por su firmeza, porque era revolucionaria y antiintervencionista, porque era una mujer de principios". La maestra, manifiesta, "fue muy importante, pero cuando quieres destacar algo piensas que hay muy buenas maestras, si se enumeran, la lista es enorme, pero ella salió de esos linderos de la educación y traspasó otros aspectos, es una mujer que tiene múltiples facetas".
Contra Trujillo
Durante el trujillato, "Ercilia Pepín fue cancelada de su puesto de directora de la escuela México, en represalia por haber izado a media asta la Bandera, en protesta por el asesinato del profesor Andrés Perozo". Ya hacía pocos años que la ilustre educadora padecía una intensa infección renal por lo que los médicos la evaluaron, "planteando la necesidad de una cirugía delicada y muy riesgosa", según apunta el doctor Santiago Castro en "Enfermedades de Dominicanos Célebres", relatando que el tirano, "para congraciarse con la ilustre enferma y la comunidad de Santiago dispuso que el doctor Luis E. Aybar y una ambulancia militar se trasladaran a esa ciudad para evaluar la paciente", que luego sería trasladada a una clínica de la capital y posteriormente a Baltimore porque en el país "no existían las condiciones biotecnológicas pare realizar ese tipo de intervenciones".
Por eso, cuando fue suspendida del cargo por el gesto solidario frente al crimen contra Perozo, Ercilia Pepín declaró públicamente que sentía agradecimiento con Trujillo por haberla enviado al Hospital Johns Hopkins, pero que era opuesta a la política partidaria en las escuelas, agrega Castro.
Alejandro Paulino, biógrafo de la notable feminista y patriota, anotó que "la vida intensa que vivió Ercilia Pepín, impartiendo hasta doce horas de clases diarias, visitando enfermos en los hospitales y presos en las cárceles, fue destruyendo paulatinamente su salud". Ercilia, que había nacido el 7 de diciembre de 1884, falleció en su ciudad natal el 14 de junio de 1939, a los 55 años de edad.
Dice en una de las reseñas de su fallecimiento que "conociendo su próximo fin había dado todas las disposiciones necesarias para partir hacia donde no se vuelve más, entre ellas la construcción de un mausoleo en el Cementerio Municipal, que quedó terminado días antes de su muerte".
Maestra
Ercilia Pepín se entregó al magisterio a los 14 años de edad y ya a los 15 fue nombrada directora de la Escuela de Niñas de Nibaje. Debió proseguir sus estudios en la noche, teniendo como profesores a Ricardo Ramírez y Salvador Cucurrullo. Con este último recibió clases de Geometría Descriptiva, Cálculo Diferencial, Geometría Analítica, Trigonometría Rectilínea y Esférica, Cálculo Integral, entre otras materias.
Introdujo la pedagogía nacionalista hostosiana, incorporó asignaturas modernas en la escuela de la época, estimuló la composición de himnos escolares, por su esfuerzo se adoptó el uniforme en las escuelas y el tratamiento de "Usted y profesora", anota Julio Jaime Julia en su libro "Haz de Luces". En 1908 Ercilia Pepín fue designada profesora de Ciencias Matemáticas, Físicas y Naturales del Colegio Superior de Señoritas, cubriendo ella sola las materias asignadas a cuatro maestros. Durante siete años, entre 1909 y 1916, impartió clases particulares y preparó, sola, varios grupos de alumnas hasta graduarlas de Maestras Normales y Bachilleres en Ciencias y Letras.
Con sus ingresos propios dotó al Colegio de Señoritas de una valiosa colección zoológica de la fauna nacional, otra botánica de la flora dominicana, un gabinete de Física, un laboratorio de Química y un microscopio. Cuando le asignaron el cargo de directora del Colegio de Señoritas, agregó cursos teóricos a la secundaria y aunque pagaba algunos maestros con su salario, logró que reconocidos pedagogos como Salvador Cucurrullo, Joaquín Balaguer, Luciano Díaz, Jafet Hernández, César Perozo y Lorenzo Pellerano impartieran docencia sin recibir remuneración. "El local del Colegio de Señoritas, transformado en Escuela México por don Enrique Deschamps, e inaugurado en mayo de 1929, fue posible gracias a los tesoneros esfuerzos de Ercilia", consigna Julia. A través de una activa campaña de prensa, logró infundir a los dominicanos, en otro orden, el respeto por el Himno Nacional y la Bandera. Al instalarse la Asociación de Maestros de Santiago, el 16 de enero de 1932, Ercilia Pepín fue escogida a unanimidad Presidenta Honoraria.
Nacionalista y filántropo
En una de las tantas crónicas publicadas tras su muerte se destaca que Ercilia Pepín "Escribía con soltura, y su palabra oral y escrita electrizaba a sus oyentes. Hablaba con el corazón a flor de labios". Esa condición la puso de manifiesto en las conferencias pronunciadas contra la ocupación yanqui, mereciendo "repetidos aplausos de la concurrencia" congregada en Santiago, La Vega, Santo Domingo, Puerto Plata, San Juan de la Maguana, Puerto Rico, y en la Legación Dominicana en París, Francia.
Recogió firmas de protestas que entregó al intruso, organizó veladas patrióticas, propició la conmemoración de efemérides patrias y, evacuadas las tropas, fue la primera en reconocer "con imponente lucimiento" a los héroes y mártires de La Barranquita de Guayacanes que defendieron la soberanía. Mientras se empeñaba en estas campañas, iba a las cárceles a llevar alimento y a predicar el Evangelio a los reclusos, y visitaba a los enfermos.
En 1921 el Gobierno Militar de Ocupación la designó Delegada Dominicana al Congreso Panamericano de Feminismo que se celebró en Baltimore. Ercilia Pepín declinó la invitación "porque no podía ir a representar mi país al extranjero llevando credenciales suscritas por los jefes de las fuerzas invasoras de mi Patria", escribió. Dio lucidez a celebraciones como los días de la Raza, el Árbol, las Madres, e hizo costumbre acudir al cementerio con profesores y alumnos a depositar flores en las tumbas de todos los maestros fallecidos en Santiago.
Fuente: Ángela Peña/www.hoy.com.do
11 marzo 2007