jueves, 28 de julio de 2011

ASESINATO DOS POR UNO

Tía Juana, hermana de mi madre, sucumbió ayer viernes 6 de mayo ante su enfermedad y ante la ineficacia, la complicidad policial y judicial, y ante la delincuencia y la violencia que genera el narcotráfico en nuestros barrios. Había luchado desde niña contra la adversidad. Era ella otra historia más de la mujer que enfrenta sola la crianza de sus hijos, con todo lo que significa. Aún así, logró que casi todos obtuvieran títulos universitarios o técnicos. Hizo su aporte a la Patria. Tuvo siete hijas y un varón, Amaury. Hace menos de dos años tía fue diagnosticada con la enfermedad de Alzheimer, un mal devastador y cruel. Amaury era el único de los hijos que no se había casado, y por tanto, el que aún vivía con ella. Técnico en electricidad, de vida apacible y dedicado al trabajo, reconocido como empleado ejemplar en sus 16 años laborando para la Cervecería Vegana, sentía devoción por su madre. Con la llegada de esta enfermedad, Amaury se convirtió en el sostén único y recio de la tía Juana. Estaba pendiente de ella en todo momento, llevaba control estricto del horario de sus medicamentos, su alimentación, higiene… todo. Cuando llegaba a la casa la sacaba de su habitual depresión, característica en su condición de salud. Se transformaba en una especie de payaso con el fin de sacar una sonrisa del rostro ausente de la madre. La cargaba “a calito mé”, le hacía peinados “juveniles” y le colocaba frente al espejo. Producto talvés de los medicamenos, o de la misca dolencia, tía empezó a perder pelo, y se le podía ver preparándole ungüentos a base de canela y todo lo que escuchara que podía funcionar para restaurale la cabellera. Le mostraba los actores de las telenovelas y le preguntaba cuál era el más bonito para ella, en fin, hacía llevadera la vida y la tragedia de su madre. Pero el pasado 28 de noviembre del año 2010 todo cambió. Cerca de las cuatro de la tarde llamó a la casa para dar indicaciones sobre las medicinas que correspondían a esa hora. Fue su última llamada. Estaba a unas cuantas cuadras del hogar, en un colmadito del Barrio San Miguel, en La Vega. Él, que no era dado a la bebida, había pedido una cerveza, probablemente para mitigar el calor o la amargura. En el momento estaban en el establecimiento dos dependientes, él y otro cliente. Llegaron tres individuos armados, le encañonaron y un cuarto preguntó desde afuera ¡“¿cuál es?”! “Es éste”, respondió uno. Sin mediar palabras, descargó casi todo el plomo de una pistola sobre la humanidad de Amaury. Mortalmente herido, tuvo aún fuerzas suficientes para sacar su arma, una pistola, y hacer varios disparos al agresor. Le hirió entre el abdomen, sus genitales y los muslos. Amaury murió segundos después. El asesino sobrevivió, los cómplices escaparon, la Policía ni la Justicia hicieron su trabajo. Al abandonar el hospital, al asesino, Rafael Espino Espino, le fue impuesta una medida de coersión de tres meses de prisión. Pero en ese transcurso, la Fiscalía no armó ningún caso, no recogió evidencias ni pruebas. “Si no me traen pruebas en 8 días suelto al acusado” sentenció la fiscal Yurisán Ceballos. Y como la famila no tiene los medios para recoger pruebas o testigos, y ningún ciudadano que presenciara el crimen está dispuesto a ir a dar su testimonio en un juicio, por temor a represalias, pues eso, el asesino está en las calles, bajo el auspicio del narcotráfico y la indiferencia e ineficacia de la Justicia, y él, al dispararle a la anatomía de mi primo, al asesinarle, también asesinó a mi tía, porque desde entonces, en su ausencia mental producto de un alzheimer que avanzó muy pronto, ya tía podía advertir que su hijo no estaba, podía sospechar que algo terrible debía haberle pasado a su protector y amoroso muchacho. Desmejoró tanto que uno no podía creer cómo pudo cambiar tan radicalmente su aspecto. Su rostro era el retrato vivo de la tristeza más absoluta. A momentos lloraba como si fuese una bebita enferma. Partía el corazón verla en esos episodios de tristeza infinita, cómo miraba hacia la nada, quizás buscando entre los hilos rotos de su memoria enredada, y la realidad terrible de la ausencia de su hijo, talvés el único varón que la hizo feliz. Hoy enterraremos a tía, y con ella un poco más de la confianza que se supone uno debe tener en el sistema. Va en su ataud, pintado de gris, como el color de la descomposición social nuestra y el futuro que nos espera, un poco de mi madre, de sus hijas; se introducirá en su bóveda mortuoria un poco del miedo que despierta la delincuencia y la violencia que genera el narcotráfico, pero sobre todo, mi tía ya no volverá a sonreirle a sus nietos, sus manos ya no estarán para consolar, su vida de mujer fajadora y solidaria se apagó recibiendo como recompensa la amarga afrenta de la impunidad que se campea triunfante sobre los que no tienen ni oro ni abolengo.




PERDONAR SANA

Perdonar no solo es bueno para la salud espiritual, que ya de por si es lo más importante. Perdonar también es necesario para la salud física. Todos hemos notado que cuando han surgido problemas con alguien, si no lo hemos perdonado, aparece esa inquietud que no nos permite conciliar el sueño, que nos lleva camino hacia el estrès. Perdonar nos aleja de muchas enfermedades del corazòn, pues este òrgano es receptor de emociones, también nos cuida de que no tengamos problemas con nuestro sistema inmunològico. Pero hay que aprender a perdonar. Cuando se dice yo perdono pero no olvido me da la impresión que es como cuando decimos voy a descansar de tanto bullicio y conectamos la radio o la tele para oír todo lo malo que está sucediendo en el mundo, entonces no es descanso. Lo mismo sucede si no olvidamos la ofensa hecha, no podremos tener paz, aunque en teoría digamos que hemos perdonado, eso no es perdonar. El perdón nos lleva a admitir que no podemos ocultar nuestra debilidad porque somos frágiles. Para que guardar la herida en el alma y abrirla cada vez que algo nos lleve a recordar lo pasado. Perdonar es sanarse. Una cura tanto psicológica como física, es hacer las paces con uno mismo. En su libro, “Ninguna De Estas Enfermedades”, El Doctor S.I. McMillen dice que la ciencia médica reconoce que las emociones, tal como el miedo, la envidia, el resentimiento y el odio son responsables por la mayor de las enfermedades. Entonces, no perdonar es guardar esas emociones que enferman y dañan nuestra salud física y espiritual. Perdonar es la más hermosa manifestación de amor y la mejor medicina contra las enfermedades-

Nelly Guerrero

Feminicidio : Joven asesinada recibia maltratos

Mairobi Herrera

Santo Domingo.- Yesenia Altagracia Rivera, muerta por un disparo y luego quemada en su propio auto en la avenida Venezuela, recibía maltrato físico de manera constante de su ex esposo, Juan Carlos López, según fuentes a las que tuvo acceso LISTÍN DIARIO. Rivera, quien se separó de su esposo hace dos años, dejó en la orfandad a dos niñas de 5 y 11 años, respectivamente, que procreó con su ex pareja. La víctima, de 31 años, era estudiante de ingeniería en la Universidad Tecnológica de Santiago (Utesa). Rivera vivió varios años en Suiza y residía en el residencial Prado Oriental con su ex pareja. Según fuentes, se había separado de su marido, porque la golpeaba constantemente, por esa razón se fue con sus dos niñas a vivir a la casa de su madre. Según versiones de la Policía, Yesenia fue asesinada alrededor de las 7:15 de la noche del martes pasado. Se escuchó, cuando menos, un disparo y se observó a un hombre salir del vehículo, el cual se incendio de inmediato.

Tomado del Listin Diario